2 años sin Don Leonardo

Antes de morir, mi papá escribió algunas de sus insólitas historias. Voy a publicarlas aqui, algo asi como su blog postmortem.

2 años sin Don Leonardo

Hace exactamente 2 años, el 11 de Septiembre de 2003 a las 10:30 am, falleció mi padre, Leonardo Prieto Vial. Hoy, con un increible día de sol, fuimos a visitar su tumba en Pirque. Era un hombre excepcional de quien cualquier cosa que se diga nunca será suficiente. Antes de morir, mi papá escribió algunas de sus insólitas historias. Voy a publicarlas aqui, algo asi como su blog postmortem.

La primera se llama “Se secó el Sena”, y sucede en París de 1965, cuando mi padre tenía 30 años y era Teniente 1° de la Armada de Chile.


Se secó el Sena

por Leonardo Prieto Vial
Santiago, Agosto año 2000

Durante el año 1965 residí en Cádiz, España, supervigilando la construcción de la Torpedera “QUIDORA”, en los Astilleros Bazán de El Ferrol.

La Armada de Chile había ordenado la fabricación de esta nave, junto a otras tres gemelas, con el propósito de patrullar y ejercer soberanía en nuestros mares australes, desde Tierra del Fuego hasta el Cabo de Hornos, así como abastecer, visitar y apoyar a un significativo numero de compatriotas que viven en esas apartadas regiones de la Patria.

Tuve el privilegio de ser escogido para esta Misión, a la cual aspirábamos todos los Oficiales jóvenes de la Marina, por mi experiencia de navegante en aquellas aguas de nuestro litoral, reconocidamente intrincadas y tormentosas.

La nave era un perfecto resultado de la recientemente creada Comunidad Europea:

Diseño “Lursen Werft” y motores diesel “Mercedes Benz”, Alemania; equipos electrónicos “Raytheon”, Inglaterra; Cañones “Bofors”, Suecia; mano de obra española.

Lo anterior nos otorgó a cada Comandante, acompañado de algunos tripulantes, la afortunada ocasión de conocer los países indicados, recorriendo de esta forma buena parte de Europa.

Sin entrar en detalles técnicos, recordaremos solo algunas de las vivencias personales en cada lugar.

Pascua en Londres, luego de estudiar y analizar los equipos referidos anteriormente; ejercicios en el Mar Báltico, dirigidos por un Oficial alemán, con la experiencia de haber participado en la Segunda Guerra Mundial, en esas mismas aguas, muy similares a las nuestras, de hemisferios opuestos.

Suecia, para conocer y manipular los cañones “Bofors”, y por qué no añadir, las bellas y encantadoras mujeres escandinavas, que tratamos también de “manipular”, aunque con bastante menor éxito, respecto a los cañones.

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Mi padre en España a los 30 años, en 1965. Es el tercero de izquierda a derecha.
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La Torpedera chilena “Quidora” en el astillero de Bazán en España.
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Le instalan los motores Mercedes-Benz a la “Quidora”. Mi padre supervisa (a la izquierda en la foto).

10 de Marzo de 1965, Estocolmo, medianoche, en la residencia del Embajador de Chile, don Eduardo Hamilton. Tocan las doce campanadas y no puedo resistir la tentación de comunicar a los presentes, en la cena que se nos ofrecía, que en esos mismos instantes yo cumplía 30 años de edad. Brindis, champagne y mucho cariño. Paseo de noche por todas las boites y lugares de diversión en esa maravillosa ciudad, escoltados por Eddy, uno de los hijos del Embajador.

A la mañana siguiente, tempranito y a la aurora, empacar con destino a Cádiz, previa recalada en París. Era día Domingo, felizmente, para que no se crea que los marinos vivimos de farra.

Busqué el Hotel más pobre y barato, conforme a los ingresos. Resultó ser el “Washington Opera”, nombre atribuible exclusivamente al hecho de encontrarse en las cercanías del grandioso Palacio de la Música y del Arte, en la ciudad luz. Me registré con el conserje, ascensorista, jardinero y cuidador, todos en una sola persona, el propietario.

No hay que ser adivino para lo que sigue a continuación. Me vestí con mis mejores galas, aunque de civil, por lo que fuere, para iniciar una velada inolvidable por “Paris la Nuit”. Orientado únicamente por una pequeña guía turística, a todo color, que me había proporcionado el “patrón” del Hotel.

Comenzando por el “Lido”, para conocerlo, por unos instantes, siguiendo al “Follies Berger”, donde disfruté una breve y espléndida presentación, para continuar hacia el “Moulin Rouge”, donde me instalé cómodamente, ordenando una media botella de champagne, consumición mínima, para ver el famosísimo espectáculo. Creyendo que con ello daría por terminada la farándula, pero nada es casual en esta vida.

En la mesa del lado, un señor mayor, de mi edad hoy día, acompañado de dos lindas y jóvenes mujeres. Miradas van y vienen, de mesa a mesa. Imagino que eran ingleses mis vecinos, tanto por el idioma, como por el aspecto.

Comienza la música bailable, me levanto, abrochándome el botón del medio de la chaqueta, por intuición marinera y me acerco a la mesa del lado pidiéndole permiso al caballero, para invitar a bailar a una de sus acompañantes. “Take them both if you want. I am ready to go home” me responde con la clásica ironía británica. No era para tanto el entusiasmo. Las dos al mismo tiempo no se daba.

Bailé con Jane, que me pareció mas atractiva, uno tras otro vals, bolero, twist o lo que interpretara la orquesta. Terminamos sentados en mi mesa, haciendo planes para continuar recorriendo la ciudad, con el permiso de su tío, que partió feliz e inmutable con la otra niña.

Esta vez en taxi, que nos llevó a otros sitios que sería lato detallar. Como el bolsillo escuálido de por si, se estaba vaciando, no se me ocurrió nada mejor que invitarla a ver el Sena, desde mi Hotel, sabiendo de antemano que por el frente había solo adoquines y por la parte de atrás corría una feria libre de alimentos, ropa y canastos de basura.

Tuve que hacer algunos malabarismos iniciales, para distraer la atención del “patrón”, muy despierto, aunque fuese de madrugada, para que no se percatara de la presencia de mi acompañante, ya que mi pieza era single.

Llegamos al dormitorio, final y felizmente, agotados, por lo que nos tendimos a descansar...

Con las primeras luces del amanecer, mi querida Jane me alerta, muriéndose de ganas de contemplar el Sena, desde la ventana. De nada valieron mis excusas, que era tan temprano, que esperáramos un rato para verlo mejor y en fin. Salta de la cama, corre las cortinas, contemplando atónita la feria libre, donde no corría ni una sola gota de agua. Se vuelve hacia mi, increpándome por haberla engañado, sutilmente. Había que asumir las consecuencias de tan febril imaginación.

“Jane, ha sucedido algo gravísimo, somos testigos de un acontecimiento histórico, que jamás había ocurrido en el pasado”, le replico con la mayor firmeza y dignidad:

“¡SE SECÓ EL SENA!”

Pasan los días, los meses y nos encontramos, finalmente, cumpliendo nuestro deber en los mares del sur de Chile.

La flotilla completa de Torpederas: “Guacolda”, “Fresia”, “Tegualda” y “Quidora”, al mando del Comodoro Hugo Alsina.

Sorteando témpanos de hielo, vientos huracanados, temporales fuerza 8, noches de oscuridad absoluta.

Nos dispersábamos por los diversos archipiélagos, golfos, ensenadas, pasos y ventisqueros, cada cual cumpliendo sus tareas. Patrullando para vigilar nuestro territorio marítimo, hasta el confín.

Visitando a todos nuestros compatriotas, loberos, fareros, ganaderos o simplemente agricultores, como Cárdenas, que cultivaba lechugas en Caleta Piedra, de la Isla Picton en pleno Canal Beagle.

Llevándoles y recibiendo su correspondencia anhelada, junto a sus encargos, que tardarían en llegarles, por las distancias e inclemencias del tiempo, a las cuales todos nos acostumbrábamos. Disfrutando la belleza celestial de aquellos parajes infinitos.

El Comodoro, en el buque insignia, siempre alerta para conocer la situación en que se encontraba cada uno de sus bajeles, comunicándose regularmente con nosotros por radio.

Cuando se dirigía a nuestra bendita “Quidora”, usando el nombre de combate, me preguntaba invariablemente:

“LEOPARDO, ¿COMO VA EL NIVEL DEL SENA?”

El cuento se había extendido desde París hasta el Cabo de Hornos.