Bienvenidos al siglo XXI
El siglo XXI llegó de golpe, sólo que tardó 20 años.
A comienzos de 2020 estábamos discutiendo si este año era o no era el comienzo de una nueva década y resulta que nos equivocamos de escala.
En 2 meses, todas las profecías de la literatura y ciencia ficción, desde Asimov a Zagat, se cumplieron en simultáneo.
Una pandemia global desde un mercado húmedo en Wuhan, un Presidente de los Estados Unidos en proceso de destitución, incendios catastróficos por una crisis climática en Sídney y California, gobiernos corruptos espiando a sus ciudadanos como en “1984” de Orwell, países cerrando sus fronteras e impidiendo el movimiento de sus habitantes, el precio del petróleo siendo negativo por primera vez en su historia, fuentes de ingreso que se evaporan, comunidades e industrias completas que ahora tenían que perseguir sus objetivos de colaboración o producción de formas totalmente nuevas.
Demasiadas vidas perdidas antes de tiempo, y el año estaba recién comenzando.
Sin importar si en ese instante en tu ciudad era día o noche, otoño o primavera, toda la actividad humana en el mundo se sincronizó cómo nunca antes. Igual que en una novela gráfica futurista.
Pero así como los animales silvestres recuperaron el espacio “humano”, muchos humanos se dieron cuenta que en este último siglo hemos avanzado lo suficiente para adaptarnos a vivir y trabajar de una forma distinta a como lo veníamos haciendo desde la primera revolución industrial. Que los avances descritos en las historias de Verne, Dick, von Harbou o Heinlein hoy son realidad y están ampliamente distribuidos.
Zoom o Meet han permitido a millones teletrabajar o estudiar tal como prometía el telectroscopio de Twain. Aunque la videoconferencia existe hace décadas, recién este año se convirtió en una herramienta cotidiana para miles de millones de personas.
Lo mismo ha sucedido con el comercio electrónico. Hemos visto el equivalente a 10 años de avance en los últimos 3 meses, en algunos mercados pasando de representar menos de un décimo del comercio a más de un tercio. Se estima que 7 de cada 10 personas compraron online en este período, con casi la mitad comprando en internet por primera vez en su vida, la mayoría desde su celular.
Aunque estas tecnologías existen hace décadas, la mayoría de las organizaciones, públicas y privadas, no estaban preparadas. Algo insólito si pensamos que casi dos tercios de todas las personas en el mundo usamos diariamente servicios digitales.
Apenas un tercio de las empresas ya habían realizado una transformación digital exitosa, lo que significó que la mayoría tuvo que transformarse de golpe.
“En este contexto de incertidumbre, si no nos convertimos en organizaciones orientadas a datos digitales hoy, no saldremos de esta crisis”, me dijo un cliente de Odd.
Hoy ya estamos entrando al último tercio del 2020, la crisis sanitaria aún no ha sido superada, la crisis política es el status quo y la crisis climática sigue invisibilizada para muchos.
Sin embargo ahora hay más esperanza que nunca. Estas herramientas digitales han permitido a industrias rezagadas reinventarse, a la educación aprender a enseñar con métodos nuevos, a los ciudadanos a participar más activamente, a todos adoptar hábitos más eficientes.
Esta “nueva normalidad” no es más que el constante cambio de siempre, sólo que acelerado en sincronía global.
Pero aunque Clarke estaría orgulloso de la proliferación de la exploración espacial — a un ritmo récord de dos lanzamientos al espacio todas las semanas (muchas con la intención de llegar a Marte o aún más lejos) — todavía nos falta mucho por avanzar en la Tierra.
Países como Chile están en el primer lugar de competitividad digital de América Latina, sólo detrás de EEUU y Canadá cuando miramos el continente completo. Sin embargo, aún hay más de 1 millón de personas en Chile que no viven en el siglo XXI. Hay que seguir trabajando para acortar esa brecha social y digital que aún persiste.
Pero para todos los demás, ya no hay excusa para vivir y trabajar sin aprovechar estas herramientas digitales, ayudando a construir un mundo más eficiente, ético y sustentable.
Hagamos que el 2020 no sea el comienzo de una década, sino de un siglo XXI del cual Asimov estaría orgulloso.