La primera fase de la transición hacia un mundo descentralizado en todo sentido, ha sido un éxito.
Hola Leo,
Vengo del futuro a decirte que la primera fase de la transición hacia un mundo descentralizado en todo sentido, ha sido un éxito.
Estamos logrando revertir la crisis climática y de biodiversidad gracias a que la pandemia gatilló esa gran ola de trabajo distribuido, terminando por digitalizar al tercio de los humanos que aún no lo estaban e iniciar una gran descentralización desde las zonas urbanas hacia las rurales.
Esa digitalización vino de la mano de una descentralización de los sistemas financieros y la adopción de criptomonedas como la única forma de pago aceptada, lo que sumado a la eliminación de las fronteras geopolíticas hizo irrelevantes los gobiernos centrales, con las leyes siendo reemplazadas por contratos inteligentes en blockchain y los políticos que no aprendieron a programar ya no existen.
Gracias al avance de la inteligencia artificial ética y a la economía circular impulsada por la naturaleza estamos cerca de lograr el voto para todos los seres vivos del planeta, por lo que hoy en 2031 el ser vivo más influyente de la Tierra es una lawal (Fitzroya cupressoides) de 3.700 años que vive cerca de Hueicolla — y a la que ninguna institución (humana o de otro tipo) jamás se atrevería a contradecir. ⚡️🌳
——— Ilustración por Ivan Shishkin (1893).
Publicado originalmente en Congreso Futuro.
Los árboles nos superan en número y longevidad, sin embargo no les entregamos el respeto que merecen. Quizás la solución sea darnos más baños de bosque.
Shinrin-yoku, en japónes significa baño (yoku) de bosque (shinrin): Contemplar el bosque a través de todos nuestros sentidos.
Si has leído este blog antes, sabes que mi obsesión es la ciencia, literalmente: el estudio e interpretación de los fenómenos naturales.
Mientras más observamos e investigamos los fenómenos naturales, más mágico e improbable parece todo, pero sin embargo la naturaleza no es magia, es ciencia.
Los humanos somos el único organismo — hasta donde sabemos — que escribe, registra, graba y fotografía la historia de este planeta. Por consecuencia toda la documentación que existe acerca del planeta Tierra es, predominantemente, antropocéntrica.
Hay más de 7 mil 800 millones de humanos vivos hoy en el mundo, por lo que no es equívoco pensar que somos una de las especies más protagónicas del planeta, especialmente si nos comparamos por ejemplo con las menos de 20 mil ballenas azules que quedan.
Sin embargo, hay más organismos vivos en una cucharada de tierra que todos los humanos que jamás han vivido.
Estamos lejos de ser los únicos habitantes de este planeta, pero somos los que por lejos tenemos mayor influencia negativa sobre la vida de todos los organismos vivos de la Tierra (una gran influencia que podemos revertir).
Las plantas, por el contrario, son lejos las que tienen más influencia positiva.
Se estima que la biomasa de plantas en la Tierra es 1.000 veces superior a la de los animales. Sí, incluso si sumamos el cuatrillón de hormigas que controlan cada milímetro de donde viven, las plantas ganan.
Shinrinyoku con un koywe y pellín. (cc) Leo Prieto
Lamentablemente, la mayoría del tiempo pareciera que nos olvidamos de los demás habitantes como si sólo existiéramos los humanos.
Covid-19 fue rápidamente considerado una crisis global de forma casi unánime, pero todavía hay países completos que no reconocen la mayor crisis global: la crisis ambiental.
Afortunadamente, no es el caso de América Latina.
Este continente es el que tiene mayor porcentaje de personas preocupadas por la crisis climática: El 74% considera que el cambio climático es un problema grave y el 77% dice que está dañando a las personas ahora, lo que es 20 puntos más alto que la mediana mundial según el Pew Research Center (2015).
Brasil y Chile están en el 1° y 4° lugar del mismo estudio, respectivamente, superando a casi todos los países del hemisferio norte.
Si somos los que mayor conciencia tenemos sobre la crisis climática, más responsabilidad tenemos de ayudar a los demás humanos a desacelerar y ojalá revertirla. Continue reading “Shinrinyoku”
El siglo XXI llegó de golpe, sólo que le tomó 20 años.
A comienzos de 2020 estábamos discutiendo si este año era o no era el comienzo de una nueva década y resulta que nos equivocamos de escala.
En 2 meses, todas las profecías de la literatura y ciencia ficción, desde Asimov a Zagat, se cumplieron en simultáneo.
Una pandemia global desde un mercado húmedo en Wuhan, un Presidente de los Estados Unidos en proceso de destitución, incendios catastróficos por una crisis climática en Sídney y California, gobiernos corruptos espiando a sus ciudadanos como en “1984” de Orwell, países cerrando sus fronteras e impidiendo el movimiento de sus habitantes, el precio del petróleo siendo negativo por primera vez en su historia, fuentes de ingreso que se evaporan, comunidades e industrias completas que ahora tenían que perseguir sus objetivos de colaboración o producción de formas totalmente nuevas.
Demasiadas vidas perdidas antes de tiempo, y el año estaba recién comenzando.
Sin importar si en ese instante en tu ciudad era día o noche, otoño o primavera, toda la actividad humana en el mundo se sincronizó cómo nunca antes. Igual que en una novela gráfica futurista.
Pero así como los animales silvestres recuperaron el espacio “humano”, muchos humanos se dieron cuenta que en este último siglo hemos avanzado lo suficiente para adaptarnos a vivir y trabajar de una forma distinta a como lo veníamos haciendo desde la primera revolución industrial. Que los avances descritos en las historias de Verne, Dick, von Harbou o Heinlein hoy son realidad y están ampliamente distribuidos.Continue reading “Bienvenidos al siglo XXI”
Internet cambió el tejido social y ahora los gobiernos deben adaptarse tal como ya lo hicimos nosotros.
Internet cambió el tejido social. Países como Chile, con el privilegio del uso masivo de esta tecnología¹, logran acortar brechas y derribar barreras que hubiesen sido imposibles sin este invento.
Antes de internet nunca se podría haber escuchado la gigantesca diversidad de necesidades y preocupaciones presentes en un país.
Estábamos obligados a resumir esas millones de vidas distintas en dos bandos, ellos o nosotros.
Pero hace tiempo que sabemos que no somos nosotros versus ellos, Allende versus Pinochet, Izquierda versus Derecha, Comunismo versus Neoliberalismo.
Esas ideas binarias y excluyentes del siglo XX ya no aplican y en el siglo XXI necesitamos algo nuevo: Más colaboración y menos oposición.
Hoy la única forma posible de gobierno es con mayor inclusión y participación ciudadana. En otras palabras, inteligencia colectiva.
Las industrias que no entendieron el empoderamiento y democratización que habilitó internet han desaparecido.
Los gobiernos hoy están enfrentando el mismo desafío y la única solución posible es inteligencia colectiva, todos unidos participando en crear soluciones para todos (con la única excepción siendo excluir a los intolerantes², los que imponen sus condiciones en vez de dialogar con dignidad).
En 20 años el acceso y distribución de información pasó desde ser exclusiva de unos pocos, a libremente disponible para cualquier ser humano, hasta hoy no saber si lo que estás leyendo es real.
Entre el 8 de diciembre de 1962 y el 31 de marzo de 1963 no circularon periódicos en Nueva York debido a una huelga en que los trabajadores protestaban, entre otras cosas, por las imprentas automatizadas. Esta foto de Jacob Harris es del día en que volvieron a circular las noticias y las personas pudieron acceder nuevamente a informarse, después de 114 días sin diarios.
Hoy más de 4.000 millones de seres humanos nos conectamos a internet todos los días para trabajar, aprender, comunicarnos o simplemente ver videos tiernos de gatitos. Pero hace 20 años apenas un 3% del planeta usábamos este revolucionario invento.
Nadie sentía perderse de algo relevante por no conectarse a internet y lo que ahí sucedía no causaba mayor impacto en el funcionamiento diario del planeta, eso era ámbito exclusivo de los medios tradicionales, quienes tenían control absoluto (no siempre sincero) del flujo de información.
Wikipedia no era más que una buena idea sin nombre y Google había sido recién introducido (pero todos todavía preferíamos AltaVista). Los celulares estaban dando los primeros indicadores que no eran un producto de lujo, aunque sólo sirvieran para hablar por teléfono y su máxima innovación era el juego de la culebrita.
Pero con una velocidad que nadie hubiese podido predecir, los celulares llegaron a manos de casi todos en el planeta, capaces de tomar fotos y conectarse a internet, reemplazando lo que antes sólo podías hacer con el PC. Pocos millones se convirtieron rápidamente en miles de millones explorando la tierra prometida del ciberespacio.
La naturaleza abierta de internet permitía que cualquiera que tuviera la intención pudiera tener presencia en la red de redes, nada de burocracia, notarios, timbres o permisos gubernamentales. Si tenías algo interesante que decir, podías crear tu propia página y encontrar tu audiencia.
Hace una década muchos empezaron a hablar de la Web 2.0, un término impreciso pero popular que permitía explicar que no había que usar la internet de la misma forma en que usábamos los medios tradicionales, dónde las personas éramos simplemente consumidores de información.
Esta “supercarretera de la información” permitía algo nunca antes visto: Ahora la información fluía en ambas direcciones, todos pasamos de ser espectadores a creadores de información (algo que en realidad era cierto desde la “Web 1.0”).
Para los individuos de este planeta fue un poder que nunca había existido, y quienes históricamente habían controlado el poder — gobiernos y corporaciones — ahora estaban amenazados. El “periodismo ciudadano” permitía que cualquiera pudiera compartir su opinión, denunciar irregularidades y visibilizar lo invisible.
Después de un dilatado y rebuscado proceso, Chile finalmente estandarizó los números de teléfono a nivel nacional. Pero debido a una mala planificación y peor comunicación ha dejado una resaca de confusión.
Desde febrero de 2016 todos los números de teléfono en Chile tienen por primera vez la misma cantidad de dígitos al igualarse en 9. Combinaciones de números que finalmente tratan por igual todos los tipos de teléfonos en todo el territorio nacional. Algo que en algunas partes del planeta se hizo a mediados del siglo pasado (1947 en EEUU y Canadá), en Chile acaba de suceder.
El cambio a 9 dígitos no es trivial. Permite que haya 1.000 millones de combinaciones de números distintos. Un aumento exponencial de los 8 millones de individuos que tenía como tope los 7 dígitos que originalmente tenían la telefonía móvil o las 800 mil combinaciones posibles para ciudades con números de 6 dígitos — y que ya habían superado esa cantidad de habitantes.
En 1947 se adoptó en Norteamérica (EEUU, Canadá y varios países de Centroamérica y el Caribe) el formato +1 (234) 567 8900 permitiendo potencialmente 10.000 millones de combinaciones, garantizado amplía vida a ese estándar. En 1947. Hace 70 años.
Es un cambio muy importante que comenzó hace más de una década por la Subsecretaría de Telecomunicaciones de Chile (Subtel) — el organismo regulador responsable de las definiciones de telecomunicaciones. Pero incluso teniendo más de una década de plazo no fueron capaces de lanzar y comunicar de forma correcta este nuevo estándar telefónico.
Nadie usa los 9 dígitos
Hasta el día de hoy hay personas que no entienden cuantos números deben restarle o sumarle — porque en algunos casos hay que agregar o quitar uno o dos dígitos — y la mayoría de las plataformas digitales exigen estructurar el número en alguno de los distintos formatos que existieron durante todo el proceso de transición (prácticamente ninguno pide la secuencia de 9 dígitos que es oficial hace un año).
Conozco incluso casos de personas que simplemente prefieren llamar sólo de un celular a otro celular, gracias a la estandarización universal fomentada por WhatsApp de usar números internacionales (usar los números comenzando con “+” son el mayor regalo de WhatsApp al mundo).
¡Felicidades Andrés! Lamentablemente este mensaje no te llegó a ti, le llegó a Trinidad. Error común porque unos entregan sus números en un formato y otros lo esperan en otro formato. Esto fue ahora, 11 de enero de 2017.
En Chile todos escriben, dictan, solicitan o publican los números de teléfono en una amplia variedad de formas distintas, demostrando la confusión que aún hay por esta “Nueva Forma de Marcar” — como bautizó la Subtel este cambio. Nadie usa los 9 dígitos. Continue reading “El desastre de los números de teléfono en Chile”
Por qué es imposible competir con la colaboración.
Durante los últimos 30 a 40 años el mundo ha llegado al acuerdo implícito que la competencia, más o menos libre, es lo que trae progreso para la sociedad.
Que la competencia promovería la innovación, el crecimiento económico y, quizás más importante que todo lo anterior, beneficiaría al ciudadano fomentando productos y servicios cada vez mejores y más accesibles.
Sin embargo hoy se ha hecho evidente que la respuesta no estaba en promover la competencia, si no en su antónimo directo: La colaboración.
Mucho se ha escrito acerca de la economía colaborativa, sobre empresas como Uber, Airbnb, Twitter o Alibaba. Ellos no son dueños de ningún auto, alojamiento, contenido o producto que ofrecen. Sólo existen como servicios para conectar personas o empresas en base a sus necesidades. Cualquiera puede tener el rol de proveedor o consumidor en esas plataformas y ellas se benefician facilitando la colaboración.
Pero aunque esto pareciera ser algo relativamente reciente, otro fenómeno colaborativo ha estado beneficiando nuestras vidas durante décadas sin mucho protagonismo, pero con mayor impacto que cualquiera de las empresas antes mencionadas. Algunos lo describimos como la inteligencia colectiva. Continue reading “Inteligencia Colectiva”
Con Awto los autos pasan a ser parte de la solución — y no del problema — del alto tránsito vehicular de las ciudades.
Prácticamente todos los objetos de nuestro día a día han sufrido transformaciones extraordinarias en la última década. Al teléfono lo seguimos nombrando igual, pero poco y nada se parece a la invención de Alexander Graham Bell y cada día lo usamos menos para su función original. Hasta el dinero en efectivo está desapareciendo rápidamente, siendo reemplazado por transacciones exclusivamente digitales.
Tenemos el privilegio de estar viviendo en la era más extraordinaria de innovación y avance tecnológico. En paralelo también está creciendo rápidamente la migración hacia centros urbanos, en especial en los países en desarrollo. Sumado a eso, el progreso económico ha permitido que cada vez más personas puedan acceder a los beneficios únicos del transporte en automóvil.
Esta combinación de factores trae desafíos inéditos que requieren formas radicales de pensamiento para resolverlos. Por suerte, es la propia tecnología y su veloz avance la que nos trae soluciones extraordinarias. Una de ellas es lo que algunos llamamos economía colaborativa, un modelo que nos permite compartir en forma eficiente los recursos limitados.
No sólo soy fanático de la tecnología, sino también de los automóviles. Junto con ello, cada vez me hacía más sentido el modelo de autos compartidos o “car sharing”, que estaba empezando a aplicarse en algunas ciudades del mundo. Así que cuando supe que el Grupo Kaufmann se estaba preparando para estrenar este sistema en nuestro país, de inmediato quise sumarme al proyecto. Continue reading “El automóvil como un servicio”
O por qué no debemos implementar la Televisión Digital Terrestre.
La Televisión Digital Terrestre (TVD o TDT) era una tecnología que hacía sentido la década pasada, pero hoy está obsoleta.
Sin embargo los gobiernos del mundo, Chile incluido, siguen planificando la inversión de recursos — públicos y privados — para implementar esta tecnología hacia el 2020.
Debemos frenar el avance de toda red digital exclusiva y excluyente (cómo TDT).
El plan de “apagón analógico” para el 2020, no puede ser hacia otra tecnología que ya está obsoleta, pero hacia una red universal, versátil, libre y abierta como internet.
Mi mujer siempre dice que la historia no se repite, pero rima (y tiene toda la razón).
En un momento de la historia, era universalmente aceptado que el tenedor había sido creado por el mismismo demonio.
Los primeros registros del uso del tenedor aparecen antes del siglo 8 y se sabía que la emperatriz bizantina Teófano Skleraina sorprendía y escandalizaba a sus invitados del Sacro Imperio Romano Germánico con este bizarro artilugio.
Pero no fue hasta el matrimonio de una princesa también bizantina con el Dux de Venecia en el año 1005 AD que se desató la absoluta demonización del dispositivo.
La República de Venecia en este momento histórico era el punto más globalizado del mundo conocido, dónde se cruzaba el mundo occidental con el oriental. Pero aún así, cuando llegó esta princesa a comer con sus tenedores de oro, los miembros de la corte se sintieron humillados por estar comiendo con la mano. Esto sumado a la amenaza de una invasión cada vez mayor de costumbres bizantinas, hizo que fueran a buscar auxilio con los sabios de la época: Los clérigos.
“El alimento es un regalo de Dios. Utilizar un instrumento artificial para llevarlo a la boca, implica que no es digno de ser tocado.” – Clérigos de Venecia, 1005 d.C.