Una nación de adictos a Windows
En Chile, como en varios otros países del mundo, sufrimos una triste enfermedad. La mayoría de nuestras empresas, tanto públicas como privadas, y algunos de nuestros ciudadanos, están sumidos en una profunda adicción a Windows.
Siempre me ha impresionado entrar a las oficinas de una empresa, y ver todos y cada uno de sus cientos de computadores funcionando con el sistema operativo de Microsoft. Entrar a una municipalidad, banco, registro civil, hospital, colegio, tienda o ministerio y ver que todos sus sistemas se basan en productos de esta compañía.
Al tratar de utilizar la página web del SII, te encuentras que está preparada únicamente para Microsoft Internet Explorer. La propia Presidencia sólo entrega sus discursos en formato Windows Media Player, y sus documentos en formato Microsoft Excel. La SUBTEL exige que los documentos de sus licitaciones sean entregadas en formato Microsoft Word. Lo mismo sucede con los servicios y sitios web de grandes tiendas, empresas de telecomunicaciones, y servicios diversos: Si no eres dependiente del ecosistema Microsoft, como ellos, no puedes participar.
A los adictos les gusta atraer más adictos. Cualquiera que se quiera liberar es discriminado.
Ojalá cualquier otra empresa tuviera semejante apoyo y promoción de sus programas. Ojalá una empresa chilena. Pero sólo Microsoft tiene esa suerte. Carretillas de nuestros pesos chilenos se convierten a dólares y exportan a Estados Unidos, sólo un monto simbólico se queda aquí.
No tengo problemas con la compañía en sí. Me parece que tiene algunos productos fenomenales como la consola Xbox 360, o sus teclados y ratones. Pero en todos los otros ámbitos, las alternativas, especialmente algunas nacionales, son mejores que la droga popular.
Por suerte, lentamente, algunas pocas compañías han empezado a dejar su dependencia y adoptar alternativas que no producen adicción. Principalmente con la llegada de nuevas generaciones de informáticos que no han alcanzado a desarrollar dependencia. Los trabajadores independientes optan por sistemas alternativos basados en Linux o Mac (cosa de pasearse por cualquier Starbucks).
Gobiernos cómo Noruega, Japón o Brasil, se han dado cuenta del peligro de tener todo el sistema estatal funcionando con un solo proveedor y que más encima es extranjero. Nuestro querido Gobierno por el contrario anda firmando acuerdos que lo amarran más aún con este único proveedor, demostrando total ignorancia del riesgo que significa. Con una sola firma están matando la incipiente industria nacional de software y fomentando la dependencia a un proveedor foráneo.
Si Chile quiere ser un país desarrollado, dejar de depender de una economía basada en sus materias primas, convertirse realmente en el líder tecnológico de la región, lo primero que tiene que hacer es liberarse de esta peligrosa adicción.