3 años sin Don Leonardo

Aquí les dejo otro pedazo de su historia.

3 años sin Don Leonardo
Mi padre, Leonardo Prieto Vial, junto a Su Alteza Real Bhumibol Adulyadej (Rey de Tailandia), haciendo entrega de una donación de semillas chilenas en Chiang Mai, Tailandia en 1984. (Mi papá es el que no tiene dos cámaras colgando.)

Mientras otras personas celebran diferentes aniversarios hoy, mi familia conmemora tres años desde el fallecimiento de mi padre. Quizás sabiendo que la fecha se acercaba, mi mente me ha tenido soñando toda la semana con mi viejo.

Ayer hicimos un almuerzo familiar en Pirque, tierra natal de mi padre y todos sus hermanos, recordando a carcajadas sus innumerables historias. Realmente era un ser humano singular, que vivió una vida igual de única, teniendo más historias y aventuras al cumplir sus 30 años, de las que mucha gente realiza en una vida completa.

Aquí les dejo otro pedazo de su historia, aunque es una lástima que tengan que leerla con el puño y letra de una máquina, y no la suya (que también era excepcional). Esta historia ya la había prometido en Marzo al publicar la misma foto que más abajo repito.

¡Que ganas de tener el vocabulario que tenía este hombre!


Semillas

por Leonardo Prieto Vial
Santiago, Septiembre 2000

Y heme aquí con el alma angustiada
Por todo lo que pude ser y no fui
Teniendo entre mis manos el mundo
Y sabiendo el nombre de cada golfo, de cada puerto
De cada dique, donde poder tapar la vía de agua de mis alegrías.
La vida sigue igual, con flujos y reflujos, de penas y alegrías,
Con sus mareas, corrientes y estoas, auroras, meridianas y crepúsculos, como la mar, donde transcurrieron aquellos tiempos tan felices, luego de aquella infancia dorada, que relatamos al iniciar estas lineas…

Parodiando a Borges:
Yo fui de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos; no te pierdas el ahora.

Relatemos entonces algunos de tantos “momentos felices”, que hemos tenido la satisfacción de gozar. Como en la carrera diplomática, que nos deparó el privilegio de servir a nuestro país en el exterior: España, Tailandia, Holanda, Brasil y Australia. Fueron los cinco países donde nos tocó vivir, en el más amplio sentido de la palabra, junto a Luz María mi maravillosa mujer y nuestros tres hijos adorables: María Jesús, Leonardo Arturo y Luz María, la menor, que abrió sus ojos de perla, en Madrid, hace 19 años.

Sería largo y lato detallar cada instancia de lo acontecido durante aquella época memorable. Detengámonos pues, por ahora, en algunos recuerdos del viejo Reino de Siam, hoy Tailandia, tierra de hombres libres, según la traducción literal.

Todo fue de sorpresa en sorpresa, desde que me llamó a su despacho el Embajador de Chile en España, Mariano Fontecilla, para darme una “mala noticia” según sus palabras. Dejaría de ser Cónsul General en Madrid por haber sido dispuesto mi traslado a nuestra Embajada en Tailandia.

La verdad es que ante la sorpresa del citado Embajador, y constando que no era portador de malas nuevas, en el terreno personal o familiar, solo atiné a pedir un mapamundi para revisar la ubicación geográfica exacta del referido país respecto a España, considerando de inmediato el viaje propio y de la familia, hacia el Sudeste Asiático, ya que, no era algo tan habitual, en los años ochenta, cumplir funciones diplomáticas en aquella región.

Junto con pisar tierra en Bangkok, capital del Reino y presentarme como es costumbre, ante quienes indica el Protocolo, comencé a leer para tratar de interiorizarme un poco, acerca del país donde prestaría servicios. Para darme cuenta, desde el principio, que así como nosotros sabíamos poco acerca del citado Reino, ellos no conocían siquiera de nuestra existencia en el globo terráqueo.

Manos a la obra y menos cháchara. Que para eso nos pagan y por algo nos destinan más allá del horizonte.

Libro en mano: 4.000 a.C.-1983 d.C., ni más ni menos, 6.000 años de historia, desde los tiempos de los Chao Jivit, Señores de la Vida, hasta nuestros días. Era un título coloquial y afectivo, aunque bastante curioso, en la perspectiva de los siglos transcurridos, hasta el día de hoy. El Soberano, en este caso S.M. el Rey Bhumibol Adulyadej, es la reencarnación viva de Buda, y ante él se postran de rodillas, para hablar, si es que llegasen a tener esa oportunidad, bastante escasa, si se considera que son cincuenta millones de habitantes, en un país que tiene el tamaño de Francia, aproximadamente.

Tan importante como conocer lo anterior, viene, naturalmente la búsqueda del domicilio particular, en espera del arribo familiar, tan ansiado, colegios y muy particularmente un buen chofer, pues a la hora de perderse en el tráfico, está uno realmente en aprietos, para comunicarse en el legendario idioma Thai, varias veces secular.

Pasan los días, cálidos, húmedos y nos vamos vinculando cada día más y mejor, como es menester, con la gente del lugar, “de capitán a paje”, según el refrán, es nuestra obligación primordial. De nada sirve a los intereses nacionales, codearse con los colegas del Cuerpo Diplomático, que son tan extranjeros o extraños, como nosotros, en tierras tan distantes como distintas. Vernacularmente hablando.

Llega la gran ocasión. Considerando que nada es casual, nos acercamos a un lindo club de veleros, en aquella Pattaya legendaria, donde entablamos amistad con el Príncipe Phisadej, primo hermano del Rey, por nuestro común amor a la mar. Hombre tan sencillo y encantador, como para haberle enseñado a pescar a Leo, nuestro hijo del alma, que se enteró, en el transcurso de los años de aquella gran vivencia infantil.

Vamos al grano ¿Por qué el título de “SEMILLAS”, como trujeron?

S.M. el Rey, hombre de carne y hueso, ingeniero agrónomo titulado en la Universidad de Lausanne, Suiza, pidió la colaboración a todos los miembros del Cuerpo Diplomático y Consular, para enseñarle a su gente, particularmente a aquellos, que vivían en Chiang mai, Lampun, Prae y singularmente Chiang rai, cerca de las fronteras con Birmania y Laos, como verán en el mapa, a dejar el opio, como único y principal sustento, dado su valor, en el mercado y tráfico deleznable de las drogas. Todos sus dientes negros desde la anciana abuela al más joven de los niños, según pudimos corroborar con Luz María, a quien rodeaban y trataban de tocar, por su atractiva y esbelta belleza, pese a los esfuerzos de Thawee, por apartarlos de su Khun Mai o señora.

Respondiendo a la solicitud del Rey, reunimos una serie de semillas chilenas de tomates, arvejas, zanahorias y lentejas, las que serían utilizadas para plantaciones que el propio Reino le compraria a los campesinos, al precio equivalente del opio. Para no enviarle un cajón lleno de semillas al Rey, a Luz María se le ocurrío mandar a construir un baúl en madera de Teka, tradicional de Tailandia, con una incrustación en bronce que leía “Del Pueblo de Chile, al Pueblo de Tailandia.” Al escuchar de nuestra respuesta a su pedido, S.M. el Rey me honró con una invitación a entregarle personalmente las semillas, en la localidad misma donde serían plantadas.

Mi padre a la izquierda, acompañando al Rey y su hermano el Príncipe.

El cerrito inicial, donde se plantaron las primeras y que fuere bautizado en su oportunidad como “Cerro Chile”, en Thai “ชิลี ภูเขา”, se ha constituido hoy en vastas extensiones de terreno agrícola.

Para terminar, un simpático recuerdo.

El día que ofrecimos nuestra comida oficial de despedida, con Ministros, autoridades y amigos tailandeses, apareció de sorpresa nuestro querido Príncipe Phisadej, quien se había excusado inicialmente, bajo el pretexto de que él no podía asistir a funciones diplomáticas, pues si aceptaba una invitación, tendría que concurrir a todas de tantas acreditadas en Bangkok. Haciendo hincapié que a nuestra venia como Peter, el amigo.

Para abreviar y terminar este largo cuento corto, fue el único en usar la palabra, luego de nuestros agradecimientos por tanta hospitalidad y cariño recibidos, para decir simplemente que S.M. el Rey guardaba sus cosas personales y preciadas, a los pies de su cama y fuera del alcance de sirvientes o chambelanes, en la propia caja que contuviere las preciadas semillas que un día de Mayo llegaron desde Chile y para siempre, al histórico Reino de Siam.