A competir por el centro de Internet
Una conversación con Vint Cerf.
Hace un par de semanas tuve la oportunidad de sentarme a conversar durante media hora con Vinton "Vint" Cerf. Para los que nunca habían escuchado ese nombre, lo que les diré a continuación quizás haga que nunca lo olviden: Vint Cerf es la persona más comúnmente llamada “el padre de Internet”, la persona que co-diseñó el protocolo TCP/IP en 1972, que luego fue usado para desarrollar la arquitectura subyacente de Internet que seguimos utilizando hoy.
En la conversación con Vint le pregunté sobre un problema que hemos comentado anteriormente en esta columna: el enlace internacional de los países latinoamericanos.
Para recapitular, recordaremos que a diferencia de la creencia popular, la mayoría del tráfico de Internet no pasa por satélites, si no por gigantescos cables submarinos bordeando los continentes. Como Internet nació en Estados Unidos, casi todos estos cables se dirigen hacia el país del norte, convirtiéndolo informalmente en el centro de todo.
Debido a la ubicación geográfica de Chile, tenemos cables saliendo desde Valparaíso y Arica, hacia el norte. Lo mismo sucede desde Argentina. Ambos países somos el final del camino para los cables submarinos que vienen desde el hemisferio norte.
Los países de América Latina tenemos mejor conexión hacia Estados Unidos, que entre nosotros mismos.
Hace años sucedía algo similar en Europa, tanto para el tránsito de datos como de llamadas telefónicas. En ciertas ocasiones, un llamado telefónico cruzaba el Atlántico desde Inglaterra hacia Estados Unidos antes de volver a cruzar el océano de regreso hasta su destinatario en España. Hoy gracias a iniciativas públicas y privadas de interconexión, ese recorrido insólito ya no sucede.
Hacia finales de los 90, en Chile sucedía algo similar con Internet. La demanda de usuarios comenzaba a aumentar junto con la cantidad de proveedores de conectividad. Aunque todos tenían enlaces internacionales, casi ninguno estaba interconectado localmente. Es decir, si te conectabas a un proveedor chileno y querías enviar un correo a un usuario de otro proveedor local, el correo debía ir de Chile a Estados Unidos para luego volver a Chile. Eso significaba usar los costosos y saturados enlaces internacionales, aun cuando el recipiente estuviera a pocos metros de distancia en la misma ciudad.
Esto hizo que en 1997 Chile se convirtiera en el primer país de América del Sur en implementar un NAP (Network Access Point), interconectando a los proveedores de Internet nacionales en puntos de acceso urbanos para que el tráfico nacional evitara dar media vuelta al mundo cuando el emisor y receptor fueran locales.
En 1998 siguió Argentina con su NAP y así sucesivamente hasta que prácticamente todos los países del continente hoy cuenten con NAP o PIT (Punto de Interconexión de Tráfico Internet) locales.
Pero volvamos a Vint. Al comentarle sobre el dilema de nuestros datos recorriendo los océanos, muchas veces tomando el camino largo para llegar a un país vecino, le pregunté cómo podíamos fomentar la interconexión entre países en uno o múltiples NAP regionales. Su respuesta fue directa:
“Tiene que ser una iniciativa de los gobiernos”.
Fácil para él decirlo, pero ojalá fuera tan fácil hacerlo.
Debido a la lejanía del Cono Sur con el resto del mundo, nuestros cables deben bordear el continente hacia el norte.
Por el lado del Atlántico, la cantidad de habitantes en Argentina y Brasil hacen viables más enlaces de mayor capacidad.
Pero por el lado del Pacífico, especialmente por la lejanía geográfica de Chile y la baja densidad de habitantes, son más caros y de menor capacidad los enlaces que llegan hasta nuestro país.
Esto no sólo impide que podamos tener verdaderas conexiones de banda ancha a precios razonables, también frena que nos podamos convertir en un polo de servicios tecnológicos debido a la limitada conectividad de telecomunicaciones que tenemos hacia el resto del mundo.
Ya que no podemos acercar físicamente Chile hacia el hemisferio norte ni hacer crecer nuestra población explosivamente, nos quedan dos opciones y ambas involucran esfuerzos gubernamentales.
El primero es que el gobierno subvencione o concesione enlaces internacionales. Aunque están mejor conectados que nosotros, el gobierno de Brasil está subvencionando grandes enlaces internacionales, ofreciéndolos a un precio reducido para aumentar el ancho de banda y acercar el país al resto del mundo.
Por otro lado, tenemos que mejorar la interconexión entre los países latinos. Si un enlace hasta Chile y sus 16 millones de habitantes no genera suficiente interés para los grandes operadores internacionales, poder llegar vía Chile hacia Argentina y sumar sus 40 millones de habitantes, resulta un mercado bastante más interesante. Sin nombrar que aumentaría las vías de tránsito para la información, bajando la saturación de los enlaces actuales y reduciendo los costos.
Para esta opción hay suficiente interés de colaboración entre todos los NAP locales para que se realice, ya que el beneficio es mutuo y gana el operador más competitivo. Pero en la reciente reunión LACNIC en Panamá volvió a aparecer la falta de cooperación entre gobiernos como la piedra de tope para que esto finalmente suceda.
Con las conexiones de fibra óptica de hoy, la distancia prácticamente no existe y la limitación está en el ancho de banda. A través de un cable de fibra óptica, los datos viajan a una velocidad equivalente a dos tercios de la velocidad de la luz.
No es la distancia el problema, es la capacidad disponible.
Si somos capaces de aumentar la capacidad de conectividad hacia el Cono Sur, podemos convertirnos en un polo global de servicios tecnológicos, telecomunicaciones y offshoring de datos, sin importar nuestra distancia geográfica.
En un mundo utópico, podríamos aumentar nuestra conectividad hasta un punto en que el centro de Internet no esté en el norte de América, si no en el sur.